Anecdotario

Después de haberme introducido en los aspectos históricos de la comunidad dinamarquesa en esta región, me parece oportuno hacer algunos comentarios que considero aportarán una mirada que intenta ser objetiva.
No descubro nada al decir que se trata como cualquier historia de inmigrantes, de situaciones a veces llamativas para la observación criolla.
Es interesante lo que señala Juan Fugl en sus memorias y nadie más autorizado para encuadrar lo que sucedía por aquellos años de mediados del 1800. Decía:
“En verdad, amigos íntimos con iguales pareceres y gustos compartidos, no teníamos entre los daneses, así como solíamos encontrarlos entre los criollos y entre paisanos de otras nacionalidades, con más cultura y más elevados intereses que en el danés vulgar, como lo era la mayoría de los que emigraban.
Poco a poco también llegó aquel que traía pretensiones de cultura y pulimento, porque habían tenido mejor educación. Pero solo tenían apariencia y pretensión, tal vez porque esa educación más refinada les había hecho vislumbrar otro nivel, pero cuyos beneficios habían perdido antes o después, y no habían desarrollado la vida interior, que es mucho más valiosa. Solo conservaban la apariencia externa, como un brillo o un destello.
Esa clase de gentes terminan siendo más pesados y molestos, a la larga, que los de condición intelectual más humilde.”
Me parece que son conceptos reveladores.

Al parecer nunca se hizo un censo o relevamiento sobre la cantidad de daneses que llegaron a la zona. Se menciona la cifra de 8 mil, pero es solo una estimación.
He recurrido a un pormenorizado relevamiento que se hiciera en la zona rural del distrito y la zona hacia fines de la década de 1920.
De allí surge claramente que la mayoría de los inmigrantes daneses arrendaban los campos, en muchos casos a propios connacionales. Muy pocos recurrían a las compras.
Es una aclaración importante pues puede inferirse que pasados los años muchos de los arrendatarios se habrían trocado en propietarios. También que se hubieran producido fracasos y desapariciones como productores.
Como se dice habitualmente, se trata de una foto del momento, valiosa e ilustrativa por cierto.
Repasando mucha de la documentación para hacer este trabajo, en su mayor parte de principios del siglo pasado, se observa que eran raros los matrimonios que se hacían entre daneses y criollos, un proceso que ha sido inexorable con los descendientes de aquellos primeros pioneros.
Los apellidos se entrecruzan, generando un verdadero rompecabezas, y salvo excepciones las parejas tenían muchos hijos. Hubo casos de inmigrantes daneses solteros, sin que disponga de elementos para conocer si luego constituían familias.
En consecuencia en la gran mayoría de la gente radicada en el campo ocupaba viviendas, fastuosas o sencillas, pero con gran cantidad de habitaciones.

Es notable la voluntad de progreso de la mayoría de los colonos daneses.
Esto surge claramente con la dedicación puesta para forestar los establecimientos con variedades diversas, incluyendo muchos frutales.
En las memorias de Nicolás Ambrosius, que refiero más adelante, se recogen apreciaciones en ese sentido.
Es una actitud muy distinta a la adoptada en general por los criollos, aunque naturalmente las excepciones siempre confirman las reglas.
Los arrendatarios criollos desistían de introducir mejoras por no ser suyos los campos, incluyendo la forestación. Cuando requerían sombra se desplazaban en derredor de la casa.

La localidad de Copetonas y su zona de influencia fue escenario de una fuerte presencia danesa traducida en manifestaciones diversas, especialmente en materia de construcción.
Tan es así que allí se instaló y prosperó una empresa constructora de Marcos, Enrique y José Bottinelli, adjudicataria de numerosas obras contratadas por los inmigrantes daneses más prósperos.
Se beneficiaría por una evidente “competencia” para ver quién lograba residencia más fastuosa o monumental.
Dicha empresa fue, además, la ejecutora de otras obras, como el edificio de la Escuela 25 de la localidad, entre otras y cabe mencionar que un integrante de la familia, Pedro Bottinelli era médico y tuvo relevancia política siendo funcionario municipal y legislador provincial.

Todo era precario por aquel entonces donde las comunicaciones no eran sencillas. Solo en casos excepcionales se contaba con energía eléctrica y mucho menos servicio telefónico.
Comenzaba el proceso de reemplazo del caballo por los automotores y en muchos casos se contaba con más de un automóvil de las marcas vigentes a principios del siglo.

En muchos casos se dejaron registros tipo “memorias”, contando sus experiencias.
Hubo muchas como la de Carlos Anderberg, Nicolás Ambrosius, etc, en general escritas en danés aunque luego traducidas al castellano por familiares o interesados.
Son documentos históricos muy valiosos, muchos de los cuales se conservan.
Más recientemente la publicación de un libro de Torkild Rybner sobre la historia familiar, al que refiero por separado.

Es notable la descripción que un danés hace en una carta a un pastor de Tandil, sobre un viaje realizado entre esa ciudad y Bahía Blanca, donde describe aspectos diversos de una pampa amenazada por los indígenas.
Son notables otros relatos, especialmente de los pastores que estuvieron en la zona.
Así, con la traducción mediante pude conocer el relato del pastor Niels Dael que estuvo en la iglesia de Tandil una década a partir de 1886, siendo el único pastor danés en la Argentina en ese tiempo.
En consecuencia debía concurrir a la zona cuando era requerida su presencia por asistencia religiosa.
Recuerda el bautismo de una niña en B. Juárez quien posteriormente falleció y una misa oficiada en 1890 en una casa de chorizo en Tres Arroyos.
El altar se improvisó con una mesa y un mantel blanco y detrás había un cuadro colgado. Se colocaron velas caseras sobre platillos invertidos.
Para reclinarse se utilizaron los recados de los asistentes ubicados en semicírculo.
Un amigo de Tres Arroyos me llevó-dice Dael-en una villalonga para oficiar misa cerca de Coronel Pringles, también en un rancho levantado en barro. En la oportunidad los asistentes pidieron comulgar.

El pastor R. J. Th. Andresen (Rasmus Jacob Theodor Andresen) recordaba que en 1898 ofició su primera misa en Tres Arroyos en el campo del señor Pedro Haugaard, en la zona de Cascallares.
Fue acompañado por el señor Nicolás Pedro Larsen viajando en tren de Tandil a Tres Arroyos y siendo recibidos aquí por Carlos Anderberg quien los trasladó a su casa.
Era un día muy ventoso con mucha tierra en suspensión lo que motivó que Larsen comentara que era imposible vivir en semejante zona sin fundirse. Se tenía una impresión generalizada de falta de lluvias suficientes al oeste del Quequén salado, y en consecuencia una región inhóspita.
El domingo a la mañana nos trasladamos en villalonga-cuenta-hasta el campo de Haugaard donde se había montado una recepción con banderas y ramas.
Se ofició una misa con unos 50 participantes y la mayoría permaneció en el lugar hasta el día siguiente, durmiéndose sobre cueros de oveja o recados. A él le proveyeron un catre.
Andresen comenta que se veía que los asistentes eran gentes de una generación más joven que la de Tandil, en su mayoría solteros.

En junio/julio de 1951 se escribieron las memorias de Niels Ambrosius, que él denomina “Anotaciones”.
Allí recuerda a sus padres, su infancia, las actividades comerciales de Jens, su padre, y que los varones eran enviados a trabajar con 5 o 6 años.
En su caso cuidaba ovejas cuando tenía 9 años y a los 11 falleció su padre. A los 14 años se hizo cargo de labrar la pequeña propiedad de la familia.
La economía familiar no pudo sostenerse de modo que se vendió el inmueble y se construyó una casa para la madre, muy cerca del comercio de su hermano en Ulbjerg.
Nicolás trabajó lustrando botas y acarreando mercaderías y a los 20 años hizo la conscripción en Viborg.
Fue entonces cuando junto con su hermano Laust resolvieron su viaje a la Argentina. Llegaron en 1888, se alojaron en un hotel alemán en Buenos Aires y un compatriota les consiguió un boleto para Tandil.
En diciembre comenzaron a trabajar en lo de Pedro Larsen, en las afueras de la ciudad, pero un año después abandonaron el lugar por razones salariales.
Los hermanos se separaron y Nicolás trabajó haciendo gavillas y luego sucesivamente con Jacob Christensen y Jorge Nielsen.
Con caballo prestado viajó a ver a su hermano tras lo cual enfermó de tifus, siendo trasladado en tren hasta Tres Arroyos. Su reclusión fue de 26 días y los gastos cubiertos por una entidad mutual.
Luego comenzó a trabajar en lo de Sofus Knudsen, llegado al país en 1878, quien recién se establecía en la región y quien en 1891 le hizo ver el pasaje del primer tren entre Tres Arroyos y Bahía Blanca.
De nuevo los hermanos Ambrosius llegaron a un convenio para trabajar un campo denominado Las Vizcachas de los hermanos vascos Larrañaga, por lo que se compraron caballos e implementos en Tandil.
Después de la cosecha les arrendaron 100 hectáreas donde se construyó una vivienda de adobe. Vencido el contrato se trasladaron a la zona de San Mayol, y cuenta que en 1895 se casó.
Señala que hacia 1898 se estableció entre Irene y Oriente y los hermanos comenzaron a trabajar de manera independiente.
Entre otras cosas reflexiona: “Es un sistema poco ventajoso el de continuar cambiando el campo arrendado. Los propietarios de la tierra descubrieron rápidamente los campos mejorados después de que habían sido arados algunas veces.
Muchas veces había posibilidades de conseguir otro campo del mismo propietario, pero hay que edificar y hacer pozo, y colocar alambrados.”
Más adelante puntualiza que “el inmigrante danés ha influido sobre el terreno con el sistema de trabajo, con hogares más confortables y no menos con la plantación de eucaliptos. Con los años fuimos alcanzados aunque no superados en el trabajo.”
Y en otro lugar dice que “donde hay daneses hay jardines”.
Recuerda que en 1899 se adquiere el primer campo en propiedad y relata cuestiones familiares como los nacimientos de sus hijos.
Menciona la fundación en 1901 de una entidad mutual con la ayuda del pastor Jensen y una sociedad de lectura que cubrieron necesidades importantes.
Relata distintas alternativas de la producción, y también la enfermedad de su esposa que concluiría con su fallecimiento.
En una forma sencilla pero apasionante da cuenta de los avatares financieros, cuando debió hipotecar la propiedad, la crisis del 30, el cierre del Banco Escandinavo, para señalar que el avance tecnológico en las labores del campo precipitó su decisión de retirarse de la actividad y cancelar las varias medianías que tenía en funcionamiento.
Sin dudas un documento, breve pero revelador de las alternativas vividas por estos pioneros. Nicolás llegó a trabajar 16 mil hectáreas y criar 10 mil lanares y construyó una mansión denominada “La Jutlandia”.


Niels Andreas Christiansen en una carta que enviara el primero de noviembre de 1900 al diario Los Tiempos de Tandil (Tandils Tidende), hace un relato de los pormenores vividos durante el viaje familiar a la Argentina.
Respecto de la carta fechada en Colonia Iris, brinda detalles del intento—finalmente no concretado—de establecer una colonia danesa en el sur de la provincia, específicamente en el distrito de Puán.
Dice que se alojaban en la casa de Lars Johansen y que sus ropas y herramientas aún no habían llegado. Johansen tenía un almacén junto a la estación de Villa Iris.
Afirma que “una futura y estable colonia dependerá mucho de si aquí caerá la lluvia necesaria”, añadiendo que “con moderada humedad pueden crecer pastos y cereales.”
Describe el tipo de edificación existente en la localidad, que hay varios comercios, que se trabajaba en la estación del ferrocarril y que se había colocado la piedra fundamental del edificio para la iglesia.
Compara las tierras de esa zona con otras de Tandil o Aparicio afirmando que “la tierra es ondulada y no plana como un panqueque”. También que bajo la tierra vegetal hay una placa de piedra que debe romperse utilizando pólvora para la ejecución de pozos de agua de 10 a 15 metros.
Habla de la ganadería, calidad de agua y pastos y en la parte final dice que “si Colonia Iris será una futura y estable colonia o si solo será una colonia momentánea, dependerá en primera instancia de que caiga la lluvia suficiente y luego si la gente que viene es la correcta. Si la gente que viene aquí se siente en casa y quiera aportar sus fuerzas, su voluntad y su interés en construir y en criar un cómodo y agradable lugar en esta gran Pampa.”
De la misma manera se aporta el “diario del viaje de mi familia y mío de Dinamarca a la Argentina 1896”.
Dice que el 29 de noviembre se alojaron en la casa de su cuñado, hermano mellizo de su esposa. En la estación de Tarm nos encontramos con “mi querido hermano y su familia y mi anciana madre”. Su hermano era Ingustinus Christiansen.
El tren partió “y dejamos la región conocida para ir hacia lo lejano, incierto, pero frecuentemente mentado por mi hermano que ha estado antes en la soleada Argentina”.
Habla de una escala en Hamburgo, el abordaje del barco Sao Paulo, la instalación en un camarote con cuchetas en la cubierta media y el paso algo movido en el Canal de la Mancha.
Menciona la carga de varios animales para consumo durante el viaje, afirmando que “aquí estamos como en el campo”.
El 22 de diciembre pasaron el Ecuador, lo que motivó un juego generalizado en cubierta arrojándose agua.
No hubo cena especial en Nochebuena pero sí “nos estrechamos las manos deseándonos mutuamente una Feliz Navidad y un buen futuro en Argentina”.
Recuerda que los niños de la familia recibieron de regalo pequeños arbolitos de Navidad y que el 27 comenzaron a divisar difusamente la costa brasileña.
4 días después pueden observar el territorio uruguayo y relatan la llegada a Montevideo. El primero de enero a las 10 de la noche comienza el viaje hacia Buenos Aires, llegando tras cuatro semanas de navegación.
En la parte final del diario hace referencia al desembarco, el control aduanero y menciona que se alojan en el Hotel de los Inmigrantes.

Alfredo Thjellesen recordó su asistencia, en 1944, al Colegio Argentino Danés para cursar el sexto grado, aún cuando ya lo había aprobado en Buenos Aires.
También contó de la costumbre de los padres, originarios de un país muy frío, de enviar a sus hijos a lugares amplios, más cálidos y soleados. Sus padres emigraron a Argentina en 1923. Su padre era Richard Marius, nacido en Copenhague, (Skt. Matthæus s.) en 1896 – luego sus padres con su familia se instalan en Skjold en las afueras de Horsens- y su mamá era Erna Nielsen, de Amager. Alfredo fue marinero en el buque escuela “La Argentina” y al bordo del mismo llegó por primera vez a Dinamarca en 1950. En esos años su padre tenía una plantación en el Arroyo Brazo Chico, en la provincia de Entre Ríos.
Escuchemos lo que nos señalaba:

 

Alfredo Thjellesen

“Los thybo generalmente queremos tener la razón, pero también generalmente la tenemos”. (Thy era su lugar de nacimiento)
Las palabras eran del Pastor Sunesen y fueron recordadas por su hija, Grethe Sunesen de Rybner al contar algo de su vida.
Dijo que solo excepcionalmente concurrió a una misa fuera del Colegio y que la fiesta de Navidad contaba con la asistencia de todo el vecindario.
Reconoció que percibía un trato diferente de parte de sus compañeros al ser la hija del pastor y no poder compartir confidencias propias de la edad, y contó que acompañaba a su padre cuando hachaba leña, que le servía para hacer actividad física.
Puntualiza que en alguna ocasión el pastor pensó en retornar a Dinamarca pero luego nunca lo intentó al sentirse respaldado por la congregación.
La señora de Rybner también tradujo algunas memorias de su madre, Karen Møller de Sunesen, con anécdotas muy divertidas.
Que se hallaba encerando pisos cuando Sunesen le pidió matrimonio y que la respuesta no fue inmediata, sino después de consultarlo con su madre, muchos días después.
Cuenta diversas situaciones de la actividad que se cumplía entonces y la ocasión en que se encajaron en el único pantano que existía en la zona de Cascallares.
El pastor dejó que su mujer condujera mientras él empujaba el vehículo, que zafó de repente llenando de barro a Sunesen.
Recordaba que trabajaba en lo de Gunde Gundesen, enseñando a los niños, mientras quien sería su esposo trabajaba en lo de Blas Ambrosius.
Sobre todo ponía el acento en la música, ya que ejecutaba piano, y todos los integrantes de la casa disfrutaban encontrando e interpretando nuevas canciones.
El casamiento se realizó el 4 de diciembre de 1918 cumpliéndose la ceremonia en la residencia de Blas Ambrosius y el matrimonio se sostuvo durante 44 años.
Se relatan varios episodios, incluyendo una vez en que se produjo el vuelco del automóvil, aunque los ocupantes resultaron solo con algunos golpes.

La inmigración tuvo sus complejidades.
Muchos de quienes llegaban a esta zona eran jóvenes y solteros, y además provenían un país donde el frío es habitual.
La necesidad de esparcimiento de esos grupos dio lugar a la aparición de lugares de expendio de bebidas, generalmente espirituosas.
Hubo varios en Copetonas y La Dulce por ejemplo y si bien no se han registrado incidentes mayores por influencia de la bebida, eran frecuentes algunos entredichos, según recuerda algún testigo.

En tiempos de una feroz sequía en esta zona se produjeron algunas acciones realmente notables a la luz de la consideración actual.
Así, por ejemplo, se sabe que Nicolás Ambrosius trasladó toda su hacienda hacia campos en Tandil con trabajo personal.
Téngase en cuenta que los traslados se hacían mediante arreos, la sequía imperante y la distancia que debió recorrerse.

Aldo Bidan me hizo notar que los daneses, contrariamente a los holandeses, no formaron su propia cooperativa.
Sin embargo era generalizada la participación en ese tipo de instituciones, en muchos casos siendo socios fundadores y gestores fundamentales.
De la misma manera los daneses se involucraron en muchas otras instituciones de proyección comunitaria, con un fuerte criterio de integración, como la participación y fomento de los grupos CREA, la creación de la Escuela Agropecuaria y la intervención en instituciones de proyección solidaria, como el Rotary Club.
En otra sección de este trabajo menciono el importante rol cumplido por Blas Ambrosius en el proceso que desembocaría en la construcción del edificio propio del hospital municipal.

Enrique Rybner recuerda su paso por el Colegio con el siguiente relato:
“En marzo de 1960 mis padres me llevan al Colegio para iniciar las clases. Entro a cuarto grado a los 10 años. Se encuentran con una familia conocida y me presentan a Eduardo que también iniciaba el mismo grado.
Luego de tomar café todos juntos, nos dejan al pie del pino y se van. Ese momento es uno de los imborrables.
Los dos primeros años fueron duros para ambos. La rigurosidad en cuanto a disciplina y la tiranía de los chicos más grandes nos moldearon, sin que esto fuera una situación que llegara a ser insoportable pues nunca nos quejamos de nada. Eran códigos no escritos.
Con el tiempo uno se daba cuenta que el Colegio funcionaba como una familia. Muchos chicos solo regresaban a sus hogares una vez al mes y los de más lejos una vez por año.
Los dormitorios de los varones eran para 30 chicos cada uno, con algunas cuchetas inclusive. No había estufas y solo agua fría para lavar los pies antes de acostarse.
Se daban clases los sábados. Además de la enseñanza oficial aprendíamos a leer y escribir en danés, historia y geografía danesa. También había horas dedicadas a la actividad física, canto, bailes y manualidades.
Permanecí cuatro años en el Colegio con experiencias de todo tipo que moldearon mi comportamiento.
El maestro de carpintería era Palacio, abuelo del futbolista Rodrigo, quien me enseñó los rudimentos del oficio, lo que me fue muy útil en los trabajos en el campo.
La adecuación a cuestiones disciplinarias fue muy importante cuando hice el servicio militar siendo considerado por los superiores que me dieron de baja a los 7 meses. Además marcaron una actitud positiva para superar las contingencias de la vida.
La aplicación de estrictas medidas de disciplina era absolutamente necesaria para mantener el orden. Algunas travesuras eran muy osadas y los castigos incluso contemplaban la utilización de golpes en los glúteos con alguna rama flexible. De todas maneras eran situaciones excepcionales.
A los 22 años conocí a mi esposa, que tenía 18. Ambos decidimos viajar a Dinamarca donde permanecimos un año y medio, insertándonos en una sociedad bien distinta a la nuestra.
Probamos varios trabajos por cuenta propia, viajamos, y asistimos a una escuela para jóvenes.
Nunca perdimos de vista nuestra pertenencia a la Argentina, pero lo mamado en nuestros hogares y el Colegio nos permitió tener una visión diferente sobre una sociedad como la danesa que nos pareció ideal.
45 años después repetimos el viaje pudiendo observar la evolución y constante desarrollo pero sosteniendo las bases históricas del país y sus pobladores.”

Relatos de aparecidos
Ha sido frecuente encontrarme con relatos de supuestas apariciones en distintos lugares.

El fotógrafo Guillermo Srodek Hart hizo referencia a su experiencia en el establecimiento Martín Fierro, cercano a Cascallares.
En el capítulo sobre “los productores agropecuarios”, hago referencia al señor Fernando Petersen quien se casara con Ana Anderberg.
Se consigna que en determinado momento cedió la administración, repartiendo territorio, a sus yernos, Haraldo Kisbye, Holger y Federico Larsen. Se afirma que Petersen impuso el nombre de Martín Fierro a su establecimiento, aunque otros testimonios afirman que ese nombre ya había sido establecido con antelación.
Haraldo Kisbye, casado con Irene Petersen, no ocupó la construcción existente, estableciéndose en otro lugar del predio. En la década de 1940 el establecimiento de Petersen y de sus yernos pasa a otras manos.

En cuanto a la casa edificada por Fernando Petersen en 1913, en la misma, cuando ya no era propiedad de la familia danesa, habría ocurrido un suicidio por amor, y desde ese entonces hay ánimas rondando por la estancia, cuyas fotos acompañan este relato.
Se dice que un hombre joven se había enamorado de una mujer norteamericana. Su familia rechazaba la relación por considerar que la joven mujer tenía una actividad muy cuestionable para la época.
Ante la imposibilidad de concretar su relación, el joven se habría suicidado arrojándose desde un octavo piso de un edificio en Buenos Aires.
El relato popular indica que la mujer tuvo una hija nacida en la zona, y que tras abandonar el país se casó con un músico de fama internacional.
La situación, real o ficticia, ha dado lugar a estos relatos surrealistas aún muchos años después de supuestamente haber ocurrido.

 

La familia Rybner

En un acto público realizado en la biblioteca Sarmiento, y con la presencia de gran cantidad de familiares y amigos, el señor Torkild Rybner presentó el libro cuya tapa se reproduce en este trabajo.
Si bien aclaró que era un trabajo destinado solamente a los muy allegados, es inevitable extractar los datos que allí se consignan pues constituyen una fuente insoslayable por su precisión y autoridad.
Podemos escuchar un breve párrafo de lo que decía en ocasión de aquella presentación:

 

Allí se consigna que el 5 de diciembre de 1911 llegó a Buenos Aires el inmigrante Christian Leonhard Rübner-Petersen con quien se inicia la historia familiar en nuestro país.
Dos años más tarde, el 6 de octubre de 1913, también llegaría Ane Jakobine Krestensen Gundesen.
Se conocieron aquí y se casaron en 1916. Tuvieron 4 hijos: Arne, Svend, Gunde y Torkild (este último autor del libro)
Christian decidió, gestionó y logró cambiar su apellido por Rybner y eliminar el Petersen.
Había nacido en Skanderborg el 4 de octubre de 1886, estudió agronomía y tenía 25 años cuando llegó a la Argentina. Falleció en 1968 en nuestra ciudad cuando tenía 82 años.
Ambos integrantes del matrimonio trabajaron inicialmente como empleados pero pronto se hicieron de una chacra en la zona de Copetonas, aunque buscando mejores oportunidades también registraron su paso por San Mayol, Zubiaurre, Cascallares y finalmente en cercanías de Tres Arroyos.
En ese lugar, en el que edificaron su vivienda y forjaron plantaciones diversas, transcurrieron muchos años, hasta que ya ancianos ocuparon una vivienda en la planta urbana de la ciudad.
Ambos fueron activos partícipes del quehacer de la colectividad como así en organizaciones cooperativas y educativas.
Christian fue director de la Cooperativa Agrícola de Cascallares, integrante de la comisión de la Sociedad Protestante del Sud y fue fundador e impulsor de la Escuela Agrícola de San Francisco de Bellocq.
Ane había nacido en Billum el 9 de mayo de 1889. Viajó a nuestro país cuando tres hermanos ya estaban radicados aquí.
Trabajó como cocinera en una estancia y cuando estuvo en condiciones económicas, viajó a Dinamarca y cursó estudios en una escuela de cultura general para adultos.
Cuando concluyó, retornó a la Argentina, conoció a Christian y se casaron.
Además de esposa y excelente madre, siendo una entusiasta gimnasta hasta avanzada edad. De carácter firme pero amable, exigente pero tolerante, siempre procuró estar actualizada con lo que sucedía en el mundo.
El matrimonio viajó varias veces a Dinamarca para visitar a sus familiares con los que mantuvieron contacto siempre.
Fue objeto de algunas crónicas especiales en las que se destaca el lado solidario del mismo. De tal modo puede mencionarse la entrega de productos alimenticios a las personas necesitadas que concurrían al establecimiento, entre otras acciones.

El libro y su autor

El libro repasa la historia familiar hasta los ancestros vikingos, recoge memorias de aquellos pioneros y el viaje a la Argentina, todo ilustrado con reproducciones de documentos originales.
El autor relata sus vivencias en el seno familiar, y se le añaden recuerdos de los nietos, Sara, Enrique, Ana Lisa y Ester, sobre los abuelos y los tiempos que compartieron con ellos.
Torkild Rybner nació el 13 de marzo de 1928, concurrió a la escuela número 6, al Colegio Argentino Danés y al Instituto Clerch.
Posteriormente viajó a Dinamarca en un buque carguero y cursó estudios en una escuela agropecuaria.
A su vuelta, cumplió con el servicio militar como granadero, y en 1952 se estableció como productor agropecuario en la zona de Cascallares.
En 1955 se casó con Juana Emilia Sorensen. El matrimonio tuvo 5 hijos.
Tuvo un fuerte compromiso comunitario. Fue presidente de la Cooperativa Eléctrica de la localidad; delegado municipal; integrante de la conducción de la Asociación Mutual Dan; de los grupos CREA; titular e integrante del Rotary Club; también como delegado en CELTA, integró el grupo fundador de la Escuela Agropecuaria.
Se lo distinguió como productor pionero y recibió numerosos reconocimientos por el trabajo realizado en varias de las instituciones y espacios mencionados.

Se asigna un espacio especial ilustrado con fotografías de todos los integrantes de la familia y la reproducción de poesías y canciones danesas con la traducción correspondiente.

Christian y Ane
Torkild



Hacia la década de 1970 el señor Hakon Haugaard accedió a una entrevista periodística en la que repasó aspectos de su vida privada como así su actividad institucional, sobre todo en el accionar cooperativo y de la Corporación Argentina de Productores de Carnes.
Pude acceder al registro grabado por entonces, equiparable a las memorias escritas por otros ciudadanos daneses:


Leyendas

Creo que es innecesario abundar en los detalles de un danés que vivió y murió rodeado de misterios y especulaciones, pero que sin dudas fue alguien que dejó huellas en la memoria colectiva, especialmente de Claromecó.
Quienes quieran abrevar en detalles pueden sin dudas recurrir al excelente trabajo realizado por el colega Alejandro Vis publicado en el diario local el 9 de setiembre de 2007.
Pero además de dicho suplemento la vida de Christian Madsen generó otros trabajos, incluyendo una película sin dudas ficcionada.
Es interesante señalar que para filmar se construyó una tumba en el cementerio danés. Modesta y solo con el nombre de pila.
Sin embargo, allí no están los restos. Una ficción más.
Están sí en dicha necrópolis, en un sector que carece de monumento y de mayores referencias. En este lugar, de vez en cuando, la encargada del lugar coloca alguna ofrenda floral en su memoria.



El mar parece ser un factor común entre Madsen y Leif Larsen, este último bautizado como “el último vikingo”.
Había nacido en Aparicio en 1928 y murió en 2003. Sus padres fueron Pablo Christian Larsen e Ingrid Helene Jensen.
Leif era el menor de once hermanos y desde 1950 trabajó en el rubro de la construcción.
Una década después, en 1960 se dedicó a la pesca artesanal, transformándose en una leyenda ícono de Monte Hermoso.
Siempre en solitario, su rutina era ingresar a diario en un bote al que no le faltaban filtraciones que obligaban al achique periódico.
El producto de la pesca era vendido a turistas y residentes cuando al caer la tarde retornaba a la playa.
Su accionar era monitoreado preventivamente por los efectivos del destacamento de Prefectura mediante visualizaciones periódicas con largavistas.
También en este caso, su leyenda generó producciones audiovisuales que pueden observarse por internet.

 

 

Galeria:

Desarrollado por: Nelson Garrido, Virginia May Landa